CORROCONES


 

Según consta en un documento del Archivo Municipal de Irun,  datado a finales del siglo XVII, referido a la pesca, en el río Bidasoa se pescaban truchas, anguilas, barbos, colaques, arbures y corcones

 

 

Canal y tramo de la calle Santa Elena, entre la fuente y la ermita del mismo nombre. Año 1979.

(Archivo Municipal de Irun).

 

Luis de Uranzu  señala en uno de sus escritos que la abundancia de corrocones en el canal de Dunboa pudo haber dado el nombre a una calle cercana.

 

La cita se refiere a la calle “Korrokoitz”, que aunque no figura en las relaciones de las antiguas calles irunesas del siglo XIX, ya aparece citada habitualmente en numerosos documentos anteriores y posteriores.

 

José Antonio Loidi ofrece, respecto al significado de “Korrokoitz”, la siguiente interpretación: “korrokoi” = mújol (pez) y el sufijo “iz” que puede expresar pluralidad.

 

En una vieja cita de 1531 se dice que “Fuenterrabía concedió licencia para construir un molino entre el puente de Corrocoitz y la casa de Arbelaiz”.

 

A finales de 1744, para el paso de la infanta María Teresa, hija de Felipe V, que iba a Francia como prometida, se llevaron a cabo diversos trabajos de mejora en el puente y dique de Korrokoitz.

 

En 1882 el puente de Korrokoitz medía 2,5 m. de ancho, en tanto que la calle Santa Elena 8m. Hubo que ponerlo a la anchura de la calle y desde entonces se le denominó puente de Santa Elena.

 

Al igual que ahora, la abundancia de corrocones, lisas o albures, en la desembocadura del Bidasoa parece ser una constante a lo largo de la historia, no obstante su consumo en nuestra comarca es prácticamente inexiste; tal vez repudiado por los entornos degradados en los que a veces se les ve alimentarse

 

Sin embargo en otras partes de nuestra geografía son apreciados, por ejemplo en la desembocadura del Guadalquivir, donde existe una gran tradición de pesca y consumo, sobre todo por sus huevas que, preparadas en salazón, son una exquisitez.

 

Por aportar ideas a futuros emprendedores: Las huevas deberán procesarse a mano, igual que antaño, curarse en sal,  enjuagadas a conciencia y colgadas, o ahumadas,  para el secado.