CORROCONES


Luis de Uranzu  señala en uno de sus escritos que la abundancia de corrocones en el canal de Dunboa pudo haber dado el nombre a una calle cercana.

 

 

 

Canal y tramo de la calle Santa Elena, entre la fuente y la ermita del mismo nombre. Año 1979.

(Archivo Municipal de Irun).

 

 

Nos referimos a la calle “Korrokoitz”, que aunque no figura en las relaciones de las antiguas calles irunesas del siglo XIX, ya aparece citada habitualmente en numerosos documentos anteriores y posteriores.

En una vieja cita de 1531 se dice que “Fuenterrabía concedió licencia para construir un molino entre el puente de Corrocoitz y la casa de Arbelaiz”

José Antonio Loidi ofrece también, respecto al significado de “Korrokoitz”, la siguiente interpretación: “korrokoi” = mújol (pez) y el sufijo “iz” que puede expresar pluralidad.

 

Al igual que ahora, la abundancia de corrocones, lisas o albures, en la desembocadura del Bidasoa parece ser una constante a lo largo de la historia.

Así como otras especies que se capturaban antiguamente por medio nasas, como el salmón, tenían unas limitaciones de pesca, no ocurría lo mismo con los corrocones, expertos en supervivencia, ya que eran muy abundantes.

 

Su consumo en nuestra comarca es prácticamente inexiste; tal vez repudiado por los entornos degradados en los que veces se les ve alimentarse.

Sin embargo en otras partes de nuestra geografía son apreciados, por ejemplo en la desembocadura del Guadalquivir, donde existe una gran tradición de pesca y consumo, sobre todo por sus huevas que, preparadas en salazón, son una exquisitez.

Las huevas se procesan a mano, igual que antaño, se curan en sal,  se enjuagan a conciencia y se cuelgan para el secado.