FRONTERA CERRADA


Hoy día nos resulta difícil imaginar un cierre prolongado de la frontera de Irun con Hendaya, sin embargo hubo largos períodos en los que sí lo estuvo.

Durante el pasado siglo: como consecuencia de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), durante la Guerra Civil Española (1936-1939) y en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).

 

 

 

Militares nazis en el puente internacional Avenida durante la Segunda Guerra Mundial.

(Archivo Municipal de Irun).

 

Sin embargo, finalizado este último conflicto mundial, cuando los residentes fronterizos esperaban volver a sus viejos hábitos de asistencia mutua,  se abrió un complejo período que perjudicó las relaciones entre Irun y Hendaya, producto de las desconfianzas mutuas entre España y Francia.

 

Una auténtica “guerra fría” que mantuvo la frontera cerrada a personas y mercancías, concretamente desde el 1 de marzo de 1946  hasta el 10 de febrero de 1948.

 

Para dar una idea de las tirantes relaciones de la época, en mayo de 1945, un barco de vigilancia militar ametralló frente a Hondarribia una embarcación que intentaba escapar de Francia. 

Además, el exilio del gobierno vasco en Francia molestaba mucho al estado español, siendo durante mucho tiempo fuente de discordia entre los dos países. 

 

Aquella situación trajo consigo cláusulas draconianas para los trabajadores transfronterizos a la vez que las familias mixtas que deseban ver a sus seres queridos no podían hacerlo.

 

El desempleo, que hasta entonces tenía muy poco impacto en Hendaya e Irun, por las actividades a un lado y otro de la frontera, fue creciendo constantemente hasta el punto de preocupar a una gran parte de ambas poblaciones.

 

En 1946, Hendaya contaba con poco más de 6.000 habitantes de los cuales, casi un millar, eran españoles.

 

Una de las ocupaciones más importantes era el transbordo directo de los vagones españoles a los franceses. Un trabajo temporal, que muchas veces permitía vivir parte del año.

 

No obstante el paso estuvo permitido a los portugueses que regresaban a su país, no así para los españoles establecidos en Francia que no podían regresar a su España sin un permiso especial.

 

 

Aquella tensa situación entre los dos países duró hasta mediados de los años sesenta, cuando aparecieron los elementos de un nuevo orden internacional y los primeros síntomas de relajación del estado español.

A ello contribuyó también en gran medida la celebración del centenario del ferrocarril, momento que aprovecharon Irun y Hendaya para abrirse a nuevas perspectivas.

 

Exiliados regresando a Irun durante la Guerra Civil.